Puede que tenga otros nombres u otras maneras de definirlo, pero en las rehabilitaciones de edificios, llamamos hacer un avellanado, a la manera de taladrar una pieza dejando dos grosores o dos pasos de bronca.
Es muy utilizado para ensambles en piezas de madera, mejorando los encolados y las fijaciones. Se realiza también con forma cónica, siempre con la misión de distribuir mejor la presión que un tornillo pueda ejercer sobre la pieza.
Para una fachada en concreto aplacada con piezas de piedra natural bastante afectada por la erosión y la polución, el anclaje directo de estas piezas a la base de sustentación, colocando directamente taco y tornillo, crearía unas tensiones entre ambas que terminarían por romper la pieza provocando una lesión mayor.
Existen accesorios específicos acoplados a un taladro para hacer este trabajo. El tamaño base del tornillo es el del propio taco que queramos colocar y dicho tornillo se introducirá hasta ese nivel quedando oculta su cabeza dentro de la pieza.
Cuando tenemos piezas frágiles, es importante utilizar el taladro sin percutor, y poner la máquina en poca potencia. Cuando el primer grosor del taladro haya pasado la pieza de aplacado y haya llegado a la base de apoyo ya podemos aumentar la potencia, siempre sin utilizar percutor, la que las vibraciones producidas soltarían las piezas con toda seguridad. Simplemente ocurre porque las piezas se agarran a la base con una simple » torta» de mortero de cemento o incluso de escayola, el lugar de estar toda la base rellena.
Al quedar la cabeza del tornillo rehundida, conseguimos además que quede oculta. Muchas veces por la tipología de las piezas y la propia composición de la fachada, dejar anclajes vistos perjudica notablemente la estética general.
Nos encontramos con un caso de una fachada con salientes y resaltes de muchos de sus elementos, con piezas de aplacado de diferente tamaño, por lo que los anclajes no quedarían alineados o simétricos.
El avellanado permitió tapar la cabeza del tornillo con una masilla especial para exteriores del mismo color y composición que la piedra, resultando a simple vista prácticamente invisible. La fachada una vez limpia parecía que no se había rehabilitado.
La masilla utilizada debe contener cierto porcentaje de resina, que garantiza el buen sellado y la estabilidad de ese «tapón». Introdujimos pigmentos de piedra caliza blanca similar a la existente consiguiendo en mismo color.
Imágenes de un hueco avellanado antes y después
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